Una vez, un hombre me cogió a la orilla del mar. Fue feo, precipitado, violento e irrespetuoso. Casi una violación. Al terminar me dijo: Usted es la mujer perfecta, no habla.
Yo quise sacarme la piedra de la garganta y, con ella, romperle la cabeza; en su lugar, seguí muda, paralizada, sin poder.
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