Me quejo del lorito que todos los días, desde la casa de al lado, me despierta diciendo "burrito" y "hola". Pero no me acuerdo ya de la cantidad enorme de autos que no dejaba de pasar por la diagonal 74, y no dejaba que escucháramos lo que hablábamos, o lo que Rial decía en la tele, en la casa de mis viejos.
Prefiero al lorito. Pero sé con total seguridad y certeza que si no vuelvo a Argentina pronto, de visita, terminaré odiando México y todo lo que eso conlleva.
NO es por México es sí. Es por mí. Ya hace demasiado tiempo que carezco del abrazo familiar, ya varios años sin mates con Mariela y su mirada pacífica. Ya. quiero escuchar otra vez la tonada de los pequeños salteños. Ya basta de cursilerías, este blog no es cursi, este blog es crudo y ácido. Y malo.
Creo que estoy anémica. Y quizás eso influya, porque todo el día tengo sueño, todo el día estoy cansada, todo el día quiero cama. Algo es claro, además, amo este mar, pero, si no fuera por las oportunidades laborales de Playa, no estaría acá, no me habría quedado acá. Me sigo quedando porque me gusta mi trabajo, un chingo, y porque crezco y aprendo y veo un camino.
Color esperanza ponete a cantar, pibita.
Luego, el temita de la decepción, eso de sentirme decepcionada, no sé si lo había comentado por acá, pero ya se me está pasando.
Una sigue la vida y todos nos encontramos y nos desencontramos y los que nos estamos destinados seguimos presentes, más allá de la distancia y el cuelgue.
Vos, ¿qué me enseñaste? Porfa, sirvase de contestar esa pregunta sin sarcasmo.
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