O efemérides, una vez más. Hace un año me asomé al Zócalo defeño por primera vez. Estaba atardeciendo y la inmensidad del lugar me hizo sentir esa cosa capitalina que no se puede explicar, pero que también la sentís cuando cruzás la 9 de julio mirando el obelisco.
Comenzaba un finde que marcaría mis meses posteriores.
Un año, che.
Y luego, el domingo, solita a la casa de Frida. Recuerdo la sensación de mandar todo a la verga, no esperar a nadie y decir: chau, gracias por todo, me voy a lo que también vine. A ver la fantasma de Frida.
Las idas a su casa marcaron mis días (mentira).
Pero sé que Coyoacán es un lugar al que habré de volver.
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