Mi rutina matinal me encanta.
Es solitaria y silenciosa.
Por lo general, cuando suena el despertador lo pongo para que suene diez minutos después y entonces, me levanto.
Pongo el agua para el mate y prendo la computadora: leo, escribo y al rato me dan ganas de cagar. Viva la escatología, el mate diurético y laxante y el clima húmedo del Caribe que me facilita el trámite. Recuerdo que estar en el DF implicaba no tener tanta facilidad en algunos asuntos. Pero ya.
Hablando del DF, soñé con Jorge y Nina, ellos vivían acá, en mi casa de Playa y yo venía de visita. No sé si era el cumpleaños de alguien, pero había un segundo encuentro. Había unos besos y todo. Se concretaba. Esas concreciones que se realizan en los sueños...a veces me gusta pensar que en realidad existen, en otra realidad, en esa realidad onírica. Luego pienso que es todo una estupidez. En otro orden de cosas, ayer leí algo así como: pobre de aquel que no esté dispuesto a abandonar su vida por completo para empezar una totalmente nueva al minuto siguiente.
Se está haciendo bastante común que Cualquiera (la gata llamada Mimosa por el resto de los integrantes de la vecindad) y Camila (la perra de Ceci que hoy me rompió la tortuguita chiapaneca que me había regalado Irene) se vengan a dormir a mi cama. Y que nuestro despertar sea lento, remoloneado y con algunos mimos o mordeduras de rastas. Me gusta. Aunque ayer hizo demasiado calor y como me zarpé comiendo en la noche, dormí para el ojete (a.k.a. cabrón).
Esto de poner nombres propios reales en la narración me remite a no sé qué, me da una sensación rara o confusa, intransmitible.
A veces me dan ganas de ser una mujer de mi edad con el pelo lacio y de peluquería, que sepa manejar, tenga uno o dos hijos y se vista con ropa de centro comercial defeño. Ama de casa por un día, o dos. Cambiar rotundamente de vida y romper la ley de ama de casa-novela. Saber manejar una camioneta, depositar a mis hijos en el colegio e irme a un club a hacer deporte y luego saunita. O masaje. Trabajar desde casa en la corrección de textos literarios y en mis proyectos personales. Ahora recuerdo que Hugo una vez me había dicho algo así, cuando yo le dije que en donde más cómoda me sentía era en la escritura: dale, vos escribí y yo te mantengo. Y mi cara de horror se mimetizó con sus ojazos ilusionados.
Hoy es domingo y se respira eso.
Chau.
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