Desde abajo me llega un olor a faso inconfundible.
Son las 8:21 de la mañana y tengo la fortuna de estar viva y despierta, de tener estas manos y estos oídos, esta claridad mental para darme cuenta de que todo lo demás es superfluo.
Algunas cosas no pueden ser escritas, algunos cuestionamientos que sé que están ahí porque todavía no terminó el proceso de clarificación.
Esa infantil necesidad de demostrar que estoy bien. ¿Qué onda? No sé, yo sólo quiero hacer mi trabajo, superarme, crecer, aprender y ponerle TODAS las pilas ahí. El resto me la chupa. Y seguir viviendo con la seguridad de que la próxima persona que aparezca en mi vida me dará bellas realidades de crecimiento humano y amoroso. PUNTO.
Ayer Don Humberto conectó el gas, pero hoy no prendió la hornalla (la única que funciona), muy México todo. Entonces tuve que bajar a la cocina general para calentar agua para el mate.
Cuento con los dedos de las manos las personas de mi círculo cotidiano en las que confío plenamente.
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