No saber escribir portugués, estar rayando una zanahoria y, de repente, empezar a llorar. Que la garganta se cierre, no poder tragar, no querer hacerlo si no se trata de tu cuerpo, extrañar fagocitarte, pero también hablar con vos. Reirnos.
Tristeza repentina, me voy a yoga y se va, repito mantras y se va y vuelo, me elevo.
Poner una cortina en mi casa y arreglar la persiana, muestras claras de armonización interior.
Escribirte en constante actividad y anularme, quizás, cuando vengo acá.
Constantes anulaciones del deseo. Constante constancia para estar mejor.
La luna en la terraza me llamó a la intuición, las uvas me dijeron cuándo. El viento, cómo.
El tiempo es amigo, pero en realidad no existe. Estás sola.
Pero sos el universo.
Tener la sensación de que lo único que me sale escribir es cursi, trillado, pura mierda sentimental.
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