5.2.17

Cotidianas

Más o menos como a las diez y media, once de la mañana, mis vecinos de dos (si, dos!) pisos más abajo comienzan a romper las pelota y alterar el hermoso cuasi-silencio de la vecindad. Ya sea con grititos de los niños, juegos de pelota contra la pared o música de mierda, ellos siempre amanecen a esa hora, justo cuando yo estoy en mi casa, dos (si, dos!) pisos más arriba y me dispongo a relajar la mañana (MI mañana, que comenzó cuatro horas antes) y tomar mate.
De todos modos, agradecida por la vida que me toca, reconozco que cuatro horas es un buen número de horas como para estar en paz y silencio.
Hoy fue un pop intrigante, mañana será la clásica banda, pasado una canción melosa, y así...agradezco que en mi cuadrado de tres por tres mando yo y el viento que me llega del mar, 15 calles más abajo.

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