Esto de vivir acá me hizo darme cuenta de las idas y venidas de la gente.
Como uno, al permanecer en una ciudad que para muchos es de paso, se acostumbra a dejar ir gente, a las despedidas, a saber que todo tiene un final. Y a la aceptación de la neurosis que ello conlleva.
Ella fue y vino una y mil veces, físíca y emocionalmente. Y al principio la extrañé, lo mismo que a él.
Si, porque al principio, cuando se van, los extrañas. Pero después te acostumbras.
La seguidilla de sucesos sería esta:
1- Uno conoce a alguien, entabla relación de X tipo (no importa el nombre, es una relación profunda y con un gran amor que a veces excede la normalidad).
2- Uno sabe que esa persona en cualquier momento seguirá viaje o volverá a casa, o será uno mismo el que lo hará. Estamos viviendo en un lugar turístico y el conocimiento de ese hecho se siente en el aire. Es casi un elemento más de esa relación.
3- La relación avanza o quizás no, pero uno igual se encariña. (Hay que cubrir el agujero, dirán algunos).
4- Hasta que llega el día en que esa persona le dice a uno: me voy.
5- Se viven, entonces, los últimos momentos juntos físicamente, con una intensidad tal que puede llegar a mandar todo lo construido al carajo.
6- Llegó el día, esa persona se va.
7- Los primeros días uno la extraña, pero, luego, con el paso del tiempo, el olvido va ganando y la memoria se adormece, hasta que uno no la olvida del todo, pero ya no la recuerda con asiduidad. Uno se ha acostumbrado a la ausencia.
8- La revelación: después de que esto acontece varias veces, llega un momento en que uno ya no se lima el cerebro pensando y/o sintiendo la velocidad de los últimos momentos, uno sabe que se irá y que al principio extrañará, pero que luego, todo será igual y llegará ese día en que uno piense: "oia...ya casi no l@ recuerdo..."
¿Es esto crecer o enfriarse? ¿Ambas cosas son lo mismos, acaso?
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