De repente, al ver los resortes del colchón que hacen las veces de reja, en el techo, confirmo que caen fichas todo el tiempo.
Esa también fue una ficha ayer, mientras escuchaba a la mendocina: caen fichas todo el tiempo.
(Recordar la voz de un señor que tiene un niño adentro y sonreír. Morderte el labio inferior.)
Fichas que pretenden que salga corriendo a hacer algo que no sé bien qué es. Fichas que, a la vez, me dejan más en paz. Confiando, sabiendo, emocionada. Con las certezas desayunando dudas.
Con las nubes que se mueven todo el tiempo en el cielo, porque es su naturaleza, y las iguanas que permanecen inmunes, intactas, impolutas.
Con la yerba del mate que se me mete por la nariz y por cada poro, recordándome que su compañía ideal es una medialuna y no una toronja. No me importa, le digo, yerbita, yo ahora, elijo la toronja y habrá mucho tiempo de toronjas venideras que vendrán a limpiar mis mañanas de los resabios oníricos de una noche extranjera.
Gracias.
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