18.5.13

Por primera vez, ayer en la noche, apareciste en mis sueños.
Debe ser porque me fui a dormir más temprano y vos seguías ahí, del otro lado del mundo, despierto, en esa ciudad lejana, enorme y un poco irreal para mí. Seguías ahí y del algún modo tenias que estar en mí, entonces, a falta de palabras, sueños.
Sueños reales.
Dice una canción: anoche soñé contigo y no estaba durmiendo.
Yo sí, por una vez, dormía mientras te soñaba. 
Lo único que no me gusta de estar en este estado que no voy a catalogar, es que me quedo literariamente nula, sin metáforas, todo se vuelve una linea. 
Voy a jugar a regalarte  la sonrisa más grande del mundo y el abrazo más chingón y apretado que te hayan dado en toda tu vida, cuando te vea.  
Sin saber nada, sé que haré de ese momento un ritual secreto. Quizás tomarme el metro hasta donde estés, esa noche, con la sonrisa dibujada por Picasso, buscando miradas cómplices con los demás pasajeros y con el sr. parlante, verte un ratito, regalarte flores transparentes, corroborar que existis (nos merecemos ya esa tangibilidad) e irme a cenar con mis viejos, que me preguntarán qué coño me pasa, por qué estoy tan feliz.
Y sonreiré en silencio, extrañándote de nuevo.

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