3.2.07

Los títulos no se borran.

Caminando debajo de sus rayos, llegué a esa librería anunciada cuyos dueños se tomaron vacaciones la segunda quincena de enero.
Me alivió el cuerpo la presencia del aire acondicionado.
El primer libro que encontré, en la sección de usados latinoamericanos, fue La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. No me olvido que antes me fijé si no estaba La frontera de Crsital. Pero mi mirada fue desesperanzada desde un principio. Mis ojos saben que está agotado. Repentinamente, me acordé de VanDam leyendo Artemio Cruz en Purmamarca, fascinado, y yo tan chica, hace como cuatro años, sentada en la plaza del pueblo. Así que lo agarré del alto estante, y de paso mis mano me alcanzó otro. No me acuerdo el nombre de este último libro, pero tuve que utilizar la escalerita mínima de tres escalones para volver a ponerlo en su lugar, ahí en donde ahora debe estar durmiendo, si no es que está teniendo una cita con Aura.
La librería también tenía discos y revistas.
Pero por esa sección no pasé.
(Cuando digo discos, es, con justicia, eso lo que quiero decir)
Nada que me interese en este febrero de 2007 en la seccion españoles, franceses o británicos, nada, nada más. No tenían una región denominada República Checa, razón por la cual no encontre a Kundera.
Me crean conflictos internos las secciones de las librerías.
El final de mi estadía en la casa libresca estuvo signado por una de esas estanterías giratorias que suelen contener libros de bolsillo que, como sabemos, nunca entran en los nuestros.
Muerte en Venecia y La edad de hierro.
Tomas Mann y J.M. Coetzee a buen precio.
Me llevo los tres.
$24
De Abelardo Castillo nos quedó Israfel y uno de política internacional...el marxismo...etc...me dijo la persona detrás del mostrador - el chico de la barra.
Él es el chico del otro lado de la barra. ¿Se habría reído-sonreído si le hubiera comentado pseudopsicoanalíticamente que dos de los tres libros que llevaba contenían (contienen, los títulos no se borran) la palabra muerte en el nombre?
Una duda que no nos atormenta, pero que marca nuestra personalidad.
Al salir los rayos seguían apuntandome, pero poco importaba: eran ellos en su bolsita blanca de supermercado antiradiación los únicos que existían.

1 comentario:

anattolia dijo...

Ay... las librerías argentinas! Extraño muchas cosas del sur, otras NO.. Quiero volver... : "...teniendo siempre el corazón mirando al sur...".
Pero conozco una librería acá que tal vez te gustaría. ¡VEN ALGUNA VEZ!
Te quiero, me gustó este post, te recordé y te imaginé.