15.12.04

Querido Papá No-él

Tengo a mi izquierda, detrás de la puerta de vidrio y madera, la figurita de un árbol de Navidad, con esas luces muy del Once que se prenden y se pagan. Y se apagan. Algunas cuadras más abajo, siguiendo la diagonal 74, vive Papá No-él en su casita de chapa. Podemos ver en la entrada en cartelito que dice "Se venden mojarras". La puerta tiene un candado oxidado y el techo tiene dos agujeros cada medio metro cuadrado. El No-él vive con su esposa y sus dos hijos, Mariano y Felipe. Abajo de su cama, en el piso de tierra, hay un agujero en donde duerme el perro de la familia, Ildefonso. Hoy el colchón se mojó. Antes ese colchón pertenecí­a a Fortabat. Ahí­ fueron concebidos Felipe y Mariano hace once años, los dos el mismo dí­a, pero no son mellizos.
El traje de No-él es prestado. Tiene un parche en cada codo. Su esposa, madre sólo de Felipe, está aprendiendo a escribir. Quiere terminar la escuela primaria y sueña con anptarse en el secundario para seguir estudiando. 50 años, pero prefiero callar su nombre. Se llama Martha.
La cortina de la entrada de la casa tiene flores
naranjas, marrones y amarillas.
Las paredes transpiran de humedad y en esa casita nacen todos los juguetes de cada 24 de diciembre. Primero los reparte en la villa y luego toma la autopista y se va en trineo a Buenos Aires, en donde le cede el mando a su colega de La Boca.

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