Siempre hay más pasos por dar.
La niña aprende a decir. Aprende a dialogar.
Pero, repentinamente, en una de esas noches de enojo y hartazgo, teniendo una charla que podría haber sido mucho antes y mucho más constructiva (ella concluyó que fue bastante al pedo), se da cuenta de que dijo de más.
La iluminación llega con la realización de que ahora debe aprender a callar a tiempo.
Está bueno decir y callar, como el buen final de una canción.
O una novela.
Ya fue, ahora que todas las puertas están cerradas, ella puede elegir con libertad cuál abrir y cuál no.
Soñé con vos.
Nítido, claro, real.
Vivías en el cuarto de abajo, en el mismo de la tica y del Gasti.
No nos hablábamos, pero una tarde yo no sé qué frase te decía y luego venía a mi casa, rodeada de amigos.
Estaba Dai y estaba Maga.
Yo pensaba, no le decía a nadie nada, pensaba y tenía esa cara de reflexión.
Ya era de noche, y yo bajaba a tu cuarto, estaba la puerta abierta y vos abajo de una frazada color cremita. Creí que te estabas garchando a alguien y me iba, pero me volvía a asomar y ya estabas parado al lado del colchón.
Entraba y te besaba.
Hablábamos un poco y nos reíamos y nos volvíamos a besar y y me decías que sabías que estaba todo bien desde que yo te había dicho esa frase en la tarde.
Tenías el pelo corto y lacio.
Parecías un backstreetboy latino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario