50 pastillas de Seconal sódico

Siempre me pareció que las mujeres que van a depilarse a esos lugares en donde te depilan toda son el cliché de fémina rubia, ama de casa, petera de un viejo abogado que les compra el papel tapiz que ellas elijan con tal de lograr que su sudor caiga sobre las tetas de ella (que es rubia aunque sea morocha) en el polvo rápido de martes a la noche (que no es lo mismo que un par de rounds de amor con la tele encendida).
Un par de rounds de amor con la tele encendida, que muestra cómo los boludos se matan en la quinta de San Vicente, cuando llevan los restos de Perón. Si eso no es un polvo peronista, qué es?
Bueno, entonces el otro día fui a Fiona a depilarme. Ves que todo es cliché? Fiona. Rubia. Señora mayor que se hizo las uñas, señora con papada bronceada sentada en un sillón con los dedos de sus manos separados y las uñas con esa franja blanca tan grasa en el borde de las uñas.
Y la que te depila que te toca y te tira talco en la concha, y vos mirás para el techo un poco tensa, pensando en los agujeros negros de científico parapléjico.
Y cuando te pregunta si te vas a haces la tira de cola, le decís un no rápido y efusivo antes de que termine la pregunta, no vaya a ser cosa que deje caer la cera caliente ahí. Ya el medio glúteo es dolor suficiente, y tan masoca no sos. A pesar de que el dolor de la cera sacando los pelos, sobretodo en la parte de afuera de las pantorrillas, en donde salen re potentes los guachos, siempre te dio un poquito de placer.