Hoy volvió Leda. Dormía, me despertó con dos timbres y me dijo me olvidé las llaves, con las muecas de su cara. Des pué sme dio un beso y empezó a desvestirse. Eran las 5 de la mañana y todavía estaban prendidas las luces naranja de la calle.
- Baja la persiana.
- Está rota.
Me contó que fue a ver al técnico y que le dio un poco de miedo, si, es un poco raro. Puede parecer perverso, pero no es para tanto, vos sos una pendeja de mierda, malcriada y con poca calle, empecé a putearla descarada pero tranquilamente mientras prendía un cigarrillo, que ella me sacó luego de la segunda pitada. Mejor, porque había dejado de fumar. Por suerte siempre está ella para recordarme las cosas que yo comenzaba a hacer, y las que tenía que seguir haciendo, y los planes, los miles de planes que electrocutaban mi cabeza y a veces mis brazos.
- Tengo que conseguir una piedra pesada para trabar la puerta de la terraza, me está enloqueciendo.
- Vos ya estás loca.
- Yo no estoy loca, yo soy una estúpida porque tendría que echarte a patadas ya mismo, pendeja del orto.
La odiaba por volver. Me odiaba por odiarla por volver.
Y ella nada, siempre igual, siempre nada, tan chata, tan ella.
Tan dándole impresión las situaciones que son arte.
Me di vuelta, besé la pared e intenté dormir con sus tetas frías en mi espalda.
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