Yo puedo amar a hombres y a mujeres. No distingo entre sexos.
Los niños van de rosa, las niñas van de azul. Rosa es el color de los afectos. Azul el de los uniformes de trabajo. Monos de mecánico, trajes de azafata. Azul. Corbatas de ejecutivo, bolígrafos para hacer cuentas. Rosa. Cubiertas de novela romántica y cajas de bombones. Los hombres son racionales y las mujeres sentimentales.
Se nace persona. Dos días después te perforan las orejas. Te ponen unos patucos rosas. Ya eres una niña. Vas a un colegio de niñas. Te visten con falda y coletitas. Cumples catorce años. Tu primer pintalabios. Ya eres una mujer. Cumples quince. Zapatos de tacón. Te sonrojas ante los chicos en la parada del autobús. No corres los cien metros. No escuchas heavy metal. Ya eres una cretina.
¿Qué aprendí en la facultad? ¿Qué escribí en mis trabajos? El concepto de género está sometido a manipulaciones sociales. Una convención impuesta. No asociada a factores biológicos. Nacer hombre o mujer no supone implicaciones de comportamiento irreversibles. Nos comportamos como tales por educación. Los roles sexuales se aprenden en función de los hábitos culturales. No son innatos. Las mujeres no son hembras porque lleven tacones Los hombres no son machos por llevar corbata.
Cumplí quince años y dejé de ir a misa. Cumplí dieciocho y besé a Mónica. Luego me largué a Edimburgo. Y allí me rapé el pelo y me compré unas botas de comando. En la calle nadie sabía si yo era chica o chico. Fue la última transgresión. La última transgresión.
Cada delicado detalle de mi cuerpo puede ser interpretado o reinterpretado, según quiera ser mujer o persona. Mi vagina puede ser la puerta del placer o de la vida. Mis pechos, fuente de leche o puntos eróticos. Mi ombligo perforado puede ser un reclamo o la señal de una conexión futura entre mi vida y la de otro que dependerá de mí. Mi cuerpo, con un feto dentro, ¿estará pleno de vida o simplemente invadido, deformado y destruido?
Académicamente hablando, debería escribir que cuando hacía el amor con Ralph era él el que me poseía, el que me tomaba. Sin embargo era yo quien lo hacía, era yo quien le acogía en mi interior, porque él entraba en mí. Le sentía como el otro, indescifrable y complementario a un tiempo. Si le acogía dentro, pensaba, me completaría. Cielo y Tierra, Luz y Tinieblas, Vida y Muerte, Caos y Orden. No tendría que preguntarme a cada paso quién era yo en realidad. Le sentía a él como a la parte de mí que me faltaba, una Beatriz esencial que había perdido en un tiempo indefinido, hacía muchos, muchos, muchos años, en un paraíso perdido e infantil que no podría ya recuperar. Después, cuando abandoné aquel territorio anterior a todo, aquel estado de gracia ajeno al trauma de la definición, me convertí en un ser separado de mi mitad. A la melancolía de la separación se unía la inutilidad del esfuerzo, el deseo nunca satisfecho que trata de llenar el vacío, el reencuentro que desespera por la incapacidad de reproducir el estado inicial, aquel todo equilibrado y positivo en el que todo estaba y nada faltaba. Cuando pensaba en esto, nuestros abrazos se me antojaban estériles y absurdos. Ansiaba la perfección de un estado primordial, un estado de fuerza y autonomía anterior a lo masculino o a lo femenino. No quería ser la mitad de uno. Sentía una profunda nostalgia de un ideal que llevaba dentro, quizá más inexistente que perdido, y creo que buscaba la Totalidad a través del sexo, añorando dolorosamente una reunificación que sabía de partida imposible, mero deseo de fusión. ¿Para qué intentar tocarnos si proveníamos de universos irreconciliables?
La mujer que amó a Ralph era la misma que amó a Cat y sé que será difícil comprender, para quien no lo haya vivido, que amó del mismo modo al uno que a la otra. Que no hubo grandes diferencias en lo que hacíamos. Que la fisiología no determinó nunca la mecánica amorosa. Que yo nací persona, y amé a personas.
Los niños van de rosa, las niñas van de azul. Rosa es el color de los afectos. Azul el de los uniformes de trabajo. Monos de mecánico, trajes de azafata. Azul. Corbatas de ejecutivo, bolígrafos para hacer cuentas. Rosa. Cubiertas de novela romántica y cajas de bombones. Los hombres son racionales y las mujeres sentimentales.
Se nace persona. Dos días después te perforan las orejas. Te ponen unos patucos rosas. Ya eres una niña. Vas a un colegio de niñas. Te visten con falda y coletitas. Cumples catorce años. Tu primer pintalabios. Ya eres una mujer. Cumples quince. Zapatos de tacón. Te sonrojas ante los chicos en la parada del autobús. No corres los cien metros. No escuchas heavy metal. Ya eres una cretina.
¿Qué aprendí en la facultad? ¿Qué escribí en mis trabajos? El concepto de género está sometido a manipulaciones sociales. Una convención impuesta. No asociada a factores biológicos. Nacer hombre o mujer no supone implicaciones de comportamiento irreversibles. Nos comportamos como tales por educación. Los roles sexuales se aprenden en función de los hábitos culturales. No son innatos. Las mujeres no son hembras porque lleven tacones Los hombres no son machos por llevar corbata.
Cumplí quince años y dejé de ir a misa. Cumplí dieciocho y besé a Mónica. Luego me largué a Edimburgo. Y allí me rapé el pelo y me compré unas botas de comando. En la calle nadie sabía si yo era chica o chico. Fue la última transgresión. La última transgresión.
Cada delicado detalle de mi cuerpo puede ser interpretado o reinterpretado, según quiera ser mujer o persona. Mi vagina puede ser la puerta del placer o de la vida. Mis pechos, fuente de leche o puntos eróticos. Mi ombligo perforado puede ser un reclamo o la señal de una conexión futura entre mi vida y la de otro que dependerá de mí. Mi cuerpo, con un feto dentro, ¿estará pleno de vida o simplemente invadido, deformado y destruido?
Académicamente hablando, debería escribir que cuando hacía el amor con Ralph era él el que me poseía, el que me tomaba. Sin embargo era yo quien lo hacía, era yo quien le acogía en mi interior, porque él entraba en mí. Le sentía como el otro, indescifrable y complementario a un tiempo. Si le acogía dentro, pensaba, me completaría. Cielo y Tierra, Luz y Tinieblas, Vida y Muerte, Caos y Orden. No tendría que preguntarme a cada paso quién era yo en realidad. Le sentía a él como a la parte de mí que me faltaba, una Beatriz esencial que había perdido en un tiempo indefinido, hacía muchos, muchos, muchos años, en un paraíso perdido e infantil que no podría ya recuperar. Después, cuando abandoné aquel territorio anterior a todo, aquel estado de gracia ajeno al trauma de la definición, me convertí en un ser separado de mi mitad. A la melancolía de la separación se unía la inutilidad del esfuerzo, el deseo nunca satisfecho que trata de llenar el vacío, el reencuentro que desespera por la incapacidad de reproducir el estado inicial, aquel todo equilibrado y positivo en el que todo estaba y nada faltaba. Cuando pensaba en esto, nuestros abrazos se me antojaban estériles y absurdos. Ansiaba la perfección de un estado primordial, un estado de fuerza y autonomía anterior a lo masculino o a lo femenino. No quería ser la mitad de uno. Sentía una profunda nostalgia de un ideal que llevaba dentro, quizá más inexistente que perdido, y creo que buscaba la Totalidad a través del sexo, añorando dolorosamente una reunificación que sabía de partida imposible, mero deseo de fusión. ¿Para qué intentar tocarnos si proveníamos de universos irreconciliables?
La mujer que amó a Ralph era la misma que amó a Cat y sé que será difícil comprender, para quien no lo haya vivido, que amó del mismo modo al uno que a la otra. Que no hubo grandes diferencias en lo que hacíamos. Que la fisiología no determinó nunca la mecánica amorosa. Que yo nací persona, y amé a personas.
(...)
Ella proponía, él se imponía. Ella me moldeaba a su gusto. Él me convertía en una contorsionista, en una equilibrista, en una plusmarquista. Ella era más profunda; él, más aventurero. Ella era detallista y esmerada; a él le sobraba la energía. Ella era sábanas lavadas; él, condones usados. Ella avanzaba, él embestía.
Pero su piel, la de ella, no era comparable. Bastaba con acariciarla para sentir placer. Él no contaba con aquella ventaja. Su piel era tan áspera como su carácter.
Pero su piel, la de ella, no era comparable. Bastaba con acariciarla para sentir placer. Él no contaba con aquella ventaja. Su piel era tan áspera como su carácter.
Cuando estaba con ella la besaba con los ojos abiertos y arrastraba mis dedos por sus greñas doradas. Indagaba en sus ojos redondos y limpios y veía una imagen líquida y verde de mi propio rostro. Caitlin de ojos de agua. Tomarla en mis brazos, besar aquel trozo de piel donde el cabello dorado se convertía en una pelusilla blanca y sedosa. El perfume dulzón mezclándose con otro aroma, el mío; su mano que descansa en mi vientre, y las puntas de sus dedos que descienden tamborileando hacia la cumbre de mis muslos; abrir las piernas y adelantar las caderas para facilitar el avance de sus dedos; rodar y revolearnos enredadas en una masa de brazos y piernas; una pulsación bien definida que estremece mi interior a un ritmo salvaje; la habitación que a mi alrededor se fragmenta en trocitos y se disuelve; la gozosa complicidad que sucedía al placer compartido; las huellas de sus dedos impresas en mis caderas como un sello violáceo.
Con él, con Ralph, sentía la maravilla de mi propio cuerpo tenso, de mi corazón palpitante, el milagro del fluir de mi sangre, de mis músculos contraídos. Me sentía una corredora de cien metros lisos avanzando hacia la meta con los labios apretados. Cuando estaba con la una pensaba en el otro, y viceversa. Vivía sometida a la tiranía del orgasmo.
Con él, con Ralph, sentía la maravilla de mi propio cuerpo tenso, de mi corazón palpitante, el milagro del fluir de mi sangre, de mis músculos contraídos. Me sentía una corredora de cien metros lisos avanzando hacia la meta con los labios apretados. Cuando estaba con la una pensaba en el otro, y viceversa. Vivía sometida a la tiranía del orgasmo.
Lo que había buscado en Ralph, sin embargo, no era sexo, sino apoyo, y a veces me arrepentía de haberme dejado llevar, porque pensaba que el hecho de que se acostase conmigo alteraba su percepción de mi persona. Yo deseaba poseer parte de su mente, fagocitar su inteligencia.
2 comentarios:
ayyy me encantó esto!!!! "yo naci persona, y amé a personas"!!!!!
me encantóooo!!!!!
de donde salio? de tu cabeza hermosa?
te kiero!
Waw!!! me dejaste sin palabras.. nunca me rapé la cabeza pero tuve mis ataques de transgresión... en todo lo demás... siento q hablas por mi...
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