Ayer retomé terapia. Uff. terminé agotada, hablé mucho, lloré, no sabía que tenía esas cosas para decir, las estaba sintiendo, las estaba procesando, pero decirlas es diferente. Tema facultad, tema vida en general, tema interior, presente-presentismo. Cosas varias. Los mandatos que no significan nada para mí, pero ir contra ellos me hacer sentir por un lado, una hereje, si, cualquiera, y por el otro, la nueva yo que pugna por ir hacía donde el universo la lleva. Entonces, la contradicción ahí te hace llorar, y la mente para e intenta explicar. Y ahí te calmas un poquito, con explicaciones racionales. Como estamos acostumbrados los humanitos. Y ahora te das cuenta de que siguiendo el mandato del corazón comenzás(te) (y seguís) a alinearte con la voluntad divina. Del todo que tenés en tu espalda plasmado, y que te sobrevuela y que permite el fluir eterno.
Por otro lado, hay algunas máximas que quiero compartir:
La casa del hombre solo es una casa impersonal. Poco mueble, poco cuadrito, poca cosa, mucho marrón. Cero plantas.
Los choferes de micros de media y larga distancia tienen el termostato desregulado: en invierno, te matan con la calefacción, como para que puedas viajar en musculocita. Y en verano, te morís de frío, al punto de no poder dormir. Debe ser una extraña consecuencia del trabajar sentado muchas horas y recorrer una y otra vez la misma ruta.
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